Es un gusto recibir un «buenos días» amable y sincero cuando llegas a la oficina. Es un soplo de aire fresco cuando la gente en los pasillos te habla sonriendo. Es encomiable cuando los miembros de equipos que están machacados con entregas interminables y pasadas de rosca, mantienen el buen humor y bromean.
Que nadie se confunda, todos sabemos que eso no significa que no haya problemas. Eso no significa que a nadie le guste el sobreesfuerzo. O que uno piense que la vida es de color rosa.
Nada tiene que ver una actitud positiva, optimista y alegre, con el conformismo, con la resignación o con la miopía profesional o empresarial. Lo que es una torpeza es pretender cambiar la situación y mejorar las cosas desde el enfurruñamiento o el cabreo. Eso solo lo empeora.
Son tiempos para estar enfadado, incluso por desgracia para muchos, es tiempo para estar desesperado. Sin embargo, los que tenemos hijos sabemos de la infinita paciencia que es necesaria para salir adelante con los niños, e incluso mucho más sobre cómo desde el enfado o los nervios no se consigue nada en absoluto, o en todo caso empeorar una situación de crisis.
Cuando hace unos días leía un post EL “BUENOS DÍAS” DEL DIRECTIVO, A LA CUENTA DE RESULTADOS de Juan Pedro Sánchez sobre el tema, aunque tratado con mucha más profundidad, confirmaba lo que era una intuición: los pequeños detalles humanos del día a día tienen casi, tanta o más importancia que el plan estratégico en una empresa.
Pues ale, otro de los deberes a ponerme cada día, y que empieza por agradecerlo a los que lo hacen ya muy bien a mi alrededor: GRACIAS por sonreír, por desearme un buen día de corazón, por saber separar problemas y su resolución del humor y la actitud positiva. GRACIAS por el esfuerzo personal de hacer sentir mejor a los que te rodean.
Prometo no dejar de intentar hacerlo cada día mejor, porque sé que está en mi mano.
…
¡Suscríbete a nuestras RRSS!
