El proyecto empresarial necesita visión, pasión y un sueño al final del camino, pero también hay que pisar tierra con paso firme y recuperarse de tropiezos más bien poco divinos.

Si los malos momentos sirven de algo…

Estos días he visto pasar un muy mal trago a un compañero. Tenía que hacer frente a un conflicto muy desagradable, porque un cliente al que él daba crédito y al que representaba dentro de ENCAMINA, estaba tratando de abusar de su posición de fuerza y sencillamente apuntarse un tanto dentro de su casa por haber arañado un dinero de su proveedor. Básicamente, la postura del yogano-tupierdes que en algunas ocasiones (pocas por suerte) nos encontramos en el mercado (que también por suerte es muy grande, y nos permite elegir a los buenos proveedores, clientes y partners).

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Mi compañero ha pasado mucha angustia y quiero pensar que le va a servir de algo.

Haciendo repaso de mis últimos 14 años profesionales, yo también me he tenido que encontrar con unos cuantos (demasiados para mi gusto) muy malos tragos. No me refiero a días duros de curro, a proyectos que te dejan exhausto, a retos superlativos, o a días de nervios o de bajones. Me refiero a momentos con el estómago encogido, la garganta seca y las rodillas temblorosas. A momentos de angustia, que sobrepasan lo profesional y te calan en todo tu ser.

Algunos malos momentos que seguramente nunca olvidaré

Recuerdo un proyecto donde después de un esfuerzo bestial de meses, las cosas no salían bien y recibimos un ultimátum. A los pocos días, en el momento de entrar al despacho del CIO a reconocer que no lo habíamos superado fue uno de esos momentos. Momento que empeoró todavía más cuando me reuní con el exhausto equipo de proyecto para decirles que debíamos recoger e irnos casa derrotados. Más de 10 años después aún comparto equipo con varias de esas personas, una de las cuales no pudo más que echarse a llorar en aquellos momentos. Son de esas imágenes que retienes en la mente.

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Todavía recuerdo como me temblaba el cuerpo por dentro mientras esperaba en una sala antes de defender ante un equipo de analistas la financiación que tanto necesitábamos para salir adelante, en el peor momento que estaba pasando la empresa, y que por transparencia habíamos decidido no ocultar.

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Vistas de la sala de espera del organismo financiero

Y esa mala situación de la empresa la habíamos tenido que explicar unas semanas antes, derrotados, cara a cara con parte del equipo, cuando hasta la fecha y durante muchos años, esa escena solo se había dado para dar discursos, charlas o celebrar buenas noticias. Puedes unir al nudo en el estómago y rodillas temblorosas, una aplastante sensación de fracaso que nunca olvidaré.

Recuerdo yendo a dar el pésame, en nombre de la empresa, a la familia de un fabuloso y joven compañero que había dejado este mundo tras meses de pelea contra el cáncer. Son cosas que invaden para siempre tu vida personal.

Probablemente para 14 años de historia no han sido muchas, pero a mí me han parecido demasiadas las veces que se me ha hecho un nudo en la garganta cuando, por la causa que fuera que lo justificara, me ha tocado despedir a un profesional que en muchas dimensiones no se merecía ese soponcio.

Y recuerdo alguno de esos enfrentamientos que ha sufrido mi compañero, en los que el sentimiento de injusticia se mezcla con el de impotencia y te gustaría decir y hacer cosas para las que reconozco que no he nacido y que profesionalmente son inadmisibles.

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Estos son solo unos ejemplos de los que me vienen a la mente y en donde lo he pasado muy mal, y no se los deseo a nadie.

 

¿Y para qué recordar todo ese mal rollo? ¿De que sirven los malos momentos?

No es que me guste flagelarme con las amarguras de la vida. Y no lo hago. Al contrario, me esfuerzo en vivir el presente de la forma más optimista posible.

Pero creo importante aceptar que detrás de cada mal momento hay un crecimiento personal (y profesional en este caso). Cuando miras hacia atrás y los recuerdas, ya los ves no solo atrás, sino también allá abajo.

Como suele decir un buen compañero al que admiro, «lo que no te mata te hace más fuerte». Y es verdad que no deseando tener que volver a pasar por un mal trago nunca, ni deseárselo al compañero que lo acaba de pasar esta semana (ni a nadie), esto forma parte  del camino de la madurez, parte de la vida. De cómo salimos de cada uno de ellos nos construye como personas y profesionales.

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Mi compañero no ha salido «victorioso» profesionalmente  de este mal momento, por decirlo de alguna manera, pero sí lo ha hecho como persona. Dentro de unos años seguirá recordando esta semana, pero será ya como de una vivencia de la que aprendió, que le hizo mejor.

 

Y entre tanto, os invito sobre todo, a recordar y centrarse en las cosas buenas de la vida.

felicidad

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Sobre Hugo de Juan

Ingeniero de Telecomunicación en mis bases pasé al lado oscuro con un master en Marketing y posteriormente con un executive MBA. Hoy CEO en ENCAMINA, socio director en ENTRESISTEMAS, profesor postgrado en ESIC Marketing & Business School, estudiante y Doctor Ingeniero en economía digital y sobre todo currante en muchas cosas. Me va el marketing, la tecnología, mi familia, los amigos y la vida buena, incluso más que la buena vida.
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