Nos hemos encontrado demasiadas veces en la historia de ENCAMINA con proyectos ruinosos. Recuerdo así de memoria, por traumáticos, el proyecto de fichajes en la Universidad de Valencia, o el de Caja Navarra, o este último de AECID.
Todos cumplen unos patrones comunes de tamaño, suelen ser más bien grandes para nosotros, de tecnología, lo son en tecnologías que no dominamos, de clientes nuevos y en los cuales no nos hemos ganado la confianza, y de entorno complejo, bien internos con diferentes interlocutores, o incluso con diferentes empresas y niveles de responsabilidad en el mismo. Si a esto se unen unos requisitos complejos o poco claros, ya la tenemos liada.
Es cierto que muchas veces se dan esas circunstancias, las cosas se complican y el proyecto puede entrar en perdidas, pero si el proyecto es grande la cosa puede adquirir tintes dramáticos, y no utilizo el termino «dramático» gratuitamente. A los consabidos malestares y desmotivación ocasionados a todos los participantes en un proyecto de este tipo, y a la casi segura perdida de un cliente, se une un factor clave: la pasta.
Si, porque la pasta es lo que permite realizar algunas funciones dentro de la empresa que son imprescindibles, cosas como pagar los salarios, a los proveedores o los gastos ocasionados, salen de las facturas que cobramos a nuestros clientes. Pero es más, poder pagar un salario más adecuado, contratar (o no despedir) a un profesional o tener unas instalaciones en condiciones, solo por poner unos ejemplos, salen de los beneficios que proporcionan los proyectos, es decir de la diferencia entre los ingresos y los gastos.
El reciente caso de AECID es paradigmático en el sentido más negativo, no solo no ha proporcionado valor a ENCAMINA, (y aportando valor a ENCAMINA, se aporta no solo a sus accionistas, también a sus empleados, proveedores y al tejido social en la que cual estamos implantados) sino que ha restado.
ENCAMINA vale menos porque este proyecto ha restado en vez de sumar, el valor de la empresa es menor con lo que eso significa para la propiedad, al fin y al cabo como inversor, arriesgaré mi capital en aquellas inversiones que me parezcan más rentables y seguras. Pero en mi otro rol, el de trabajador de ENCAMINA, condición que comparto con otras 50 personas, no solo los que han participado en el proyecto, resulta que los recursos disponibles de la empresa son menores y es posible que no se me pueda pagar el salario que creo merecer porque no hay los beneficios necesarios, y que incluso mi puesto de trabajo peligre porque la empresa entre en perdidas. Nuestros proveedores verán menguada también nuestra capacidad de compra y eso les repercute. La sociedad se verá afectada en la medida que generaremos menos riqueza alrededor, contrataremos menos gente, invertiremos menos a nuestro alrededor.
Como se ve una cascada que afecta a todos. No podemos estar complacidos por esto, porque si tenemos algunos proyectos más como este, tendremos que replantearnos seriamente la viabilidad de este proyecto
¿Las razones de que un proyecto sea ruinoso? Pueden ser varias, no hay una sola razón. Quizá se vendió por un precio inadecuado; no se cerró bien el alcance; el cliente es «difícil«, y entended por esto lo que queráis, cambio de personas, mala leche, resistencia al cambio, etc.; no se colocaron las personas adecuadas en el proyecto; la tecnología no la dominábamos; relajamiento excesivo al principio, esto suele pasar en los proyectos largos; y un largo etc.
¿Y que hacemos? Pues aprender, es lo que nos queda hacer. Analizar este proyecto y no volver a cometer los mismos errores. No volver a vender en una tecnología que no conocemos. Gestionar adecuadamente los riesgos desde el primer momento. Mantener la tensión del proyecto y cumplir hitos escrupulosamente. Identificar los requisitos desde lo más temprano. Comprender al cliente y sus necesidades. Ser proactivos en la resolución de los problemas que van surgiendo.
En definitiva, comprometernos personalmente con el éxito del proyecto, porque esto significa comprometernos con nosotros mismos. El éxito del proyecto es nuestro éxito y su fracaso también significa el fracaso de todos los que hemos participado en mayor o menor grado en el mismo.