No quiero saber la cantidad de veces que me unos u otros me habrán tomado por marciano trasnochado cuando me han oído hablar de mejorar el mundo con nuestro trabajo diario, de hacer historia (seguro que Carlos lo ha pensado hoy).
Si es verdad que los líderes mundiales, los gurús, los poderes fácticos, las estrellas y famosos, los genios… son los que logran un impacto deslumbrante en el discurrir de la historia. Y si es verdad que son Microsoft, Google, Facebook, Amazon, Siemens, Samsung, etc… las empresas que lideran la aceleración de este mismo mundo. Entonces, ¿dónde quedamos las personas “normales” y las empresas “invisibles”?
Lo reconozco Carlos, José, Teresa, Alberto, Jaime, Olga,… lo que menos te apetece cuando tienes un problema que no resuelves hace días, y se acumulan tareas programadas, y te están molestando con urgencias, y vas a llegar otra vez tarde a casa, es que llegue un flipado y te suelte lo de que esto que estamos haciendo es bueno para el mundo y estamos haciendo historia. Y no solo te puede sonar a discurso trasnochado, sino que además te toca las narices.
Pero yo tengo la opinión de que el mundo es una bola gigante que se mueve un una dirección u otra por el impacto microscópico de millones de personas (tal cual lo explica el fenómeno del movimiento browniano) y no tanto, cuando miras hacia atrás, por los impactos aislados de las personas o empresas que más pueden haber destellado en momentos puntuales.
Se puede crecer personal y profesionalmente. Se puede ayudar a otros. Se puede transformar a tus clientes. Se puede generar riqueza localmente. Se puede aportar una buena idea que sea copiada o adoptada por la comunidad. Se puede introducir una innovación y dar un pequeño salto adelante. Se puede contagiar una actitud positiva. Se puede lograr un entregable excelente que cumpla con su cometido de forma brillante. Se puede apuntalar la sostenibilidad de tu empresa o proyecto. Se puede inspirar positivamente a los demás… Se puede ser una vulgar roca, y al final llegar a ser parte de una catedral.
Desde nuestras empresas hemos creado valor para el mundo y ya he explicado en alguna ocasión que nuestro trabajo sí es trascendente, que somos mucho más que profesionales “normalitos” en una PYME “normalita”, que cómo hacemos lo que hacemos sí dejará tras de nosotros un mundo un poquito mejor, y que no somos los únicos, ni los mejores, pero sí sumamos a un mundo mejor.
Pero hoy a Carlos le pedía que le pusiera un punto más de pasión, que empujara un poco más y que fuera consciente de que el proyecto en el que está trabajando no será tan importante para la humanidad como los viajes tripulados a Saturno, pero que para nosotros puede hacer historia y ser un punto de inflexión. A Carlos seguramente le preocupa algo de la autenticación en Yammer desde Azure, y hace bien porque lo tiene que resolver, pero estará también bien que disfrute del momento, de la trascendencia de lo que resulta de su trabajo, de lo que está creciendo con esa tarea, de lo que puede haber tras el logro del módulo que le han encomendado, de lo que unos u otros nos contagiaremos cuando él lo haga muy bien.
Cambiar el mundo, desde la cruda y anónima rutina diaria, es una misión casi imperceptible, pero es nuestro legado para los demás y nuestra responsabilidad y privilegio (diario).