Hace no demasiado descubrí el pádel, un deporte divertido, que me permite estar en contacto con muchos amigos y que me ayuda a tener controlado mi peso y mi colesterol.
El caso es que no soy solo «flojo» o muy malo, sino lo siguiente, y eso me ha permitido algunas reflexiones interesantes que me gustaría compartir.
No es lo mismo ser «flojo» (porque según parece no tengo ni buenos reflejos, ni buen toque, ni buenas piernas, ni fondo, ni… en fin, «na de na»), que ser un «negativo». No creo serlo, porque el hecho de ser tan flojo no me resta pasión ni interés en mi siguiente partida. Ni dejo de intentar mejorar. Ni dejo de disfrutar cuando un punto me sale bien.
Sin embargo, lo más curioso que me ha dado a reflexionar esta debilidad mía, es que cuando juego en equipo con alguien bueno, contra una pareja buena, habitualmente depende más de mí, que de nadie, el resultado final.
En un torneo de ayer entre 8 amigos, donde todos jugamos con todos (sistema americano), realmente el primer y segundo puesto se libraba no por el desempeño de los dos mejores, sino del desempeño de los más flojos cuando jugábamos con ellos en equipo.
Llevado al mundo empresarial creo que puede haber una buena traslación.
Una empresa líder debe contar con un equipo líder, que seguro estará lleno de top performers y gente brillante. Pero seguro también habrá un buen número de profesionales más «flojos» (por mantener el símil). Esta parte del equipo es clave, más incluso que los más brillantes, para el éxito y resultado final de cada proyecto en términos de calidad, rentabilidad, plazos y satisfacción del cliente.
No tener un currículo brillante no es excusa para no trabajar con pasión e interés en cada nuevo reto. Ni dejar de intentar mejorar. Ni dejar de disfrutar cuando una tarea sale bien.
Ser de los más invisibles de un equipo brillante tiene una gran responsabilidad y supone un gran reto al cual debemos responder, dándolo todo, los que allí nos encontramos (por el momento ;-)).