Hace unos días se prejubiló la señora que nos ayudaba en las tareas del hogar, y nos dejó un enorme vacío en la ayuda que necesitamos para salir adelante con el día a día en esta vida tan desbaratada que llevamos muchos de nosotros.
Sin embargo, esto no pretende ser un anuncio de empleo para cubrir mis necesidades domésticas, sino una reflexión sobre la profesionalidad…
La profesionalidad no se enseña en la Universidad, ni en las escuelas de negocio, ni en talleres específicos (seguramente no se apuntaría nadie a ellos por la vergüenza de reconocer la carencia de esta cualidad). Una persona sin formación puede ser un gurú de la profesionalidad…»ahí es ná…»
No sé bien dónde se enseña la profesionalidad, pero seguro que tiene que ver con valores personales como el compromiso, el rigor, la credibilidad, la responsabilidad. Y seguramente también tiene que ver con la pasión y amor por lo que se hace (a quien no le gusta lo que hace poco se volcará a la excelencia en lo que hace) y el respeto por los demás (o espíritu de equipo).
¿Y por qué me dio una lección de profesionalidad esta mujer?
Creo que precisamente la profesionalidad no es un conjunto de comportamientos aislados, sino un continuo de vocación a la excelencia. No se trata solo de que me anticipara 2 meses antes que iba a cambiar de situación laboral, y que (de motu propio) me ayudara a valorar y formar a la persona que le iba a sustituir, y que ante una cierta urgencia que se ha dado posteriormente haya estado allí para echar una mano.
Se trata de que en el día a día estaba en los detalles, buscaba hacer continuamente cada cosa que hacía con excelencia (y creedme, que hasta pasando la aspiradora se puede ser mediocre, patán o excelente). Ponía en cada una de sus horas una dedicación e intensidad del 110% y a veces había que sacarla de su jornada a base de timbrazos y telefonazos porque no veía el momento de dejar eso que estaba haciendo a su completo gusto.
Cuando uno es profesional y cree en el valor de su trabajo, como ella, se queda un rato al terminar observando lo que ha hecho de forma orgullosa y presumiendo (sanamente) ante quién pueda entenderlo.
De lo que me ha terminado de convencer esta profesional admirable, es que CUALQUIER TRABAJO o profesión se puede ejecutar de forma EXCELENTE o no, y que los que se vuelcan a la PROFESIONALIDAD son mucho más felices y plenos en esas horas de su vida que tienen comprometidas con su ámbito laboral (independientemente de la empresa para la que trabajan, su puesto o su jefe).