Estoy casi seguro que heredar un negocio familiar, o la tradición empresarial, o un buen círculo de contactos o un mejor pulmón financiero, debe ayudar mucho (MUCHO) para emprender en el mundo de los negocios.
Sin embargo, también hay otros activos que pueden heredarse, y ser la mar de útiles para sobrevivir como emprendedor…
A riesgo de quedar como un presuntuoso exhibiendo cualidades que yo mismo me otorgo, en este post intento compartir unas reflexiones que espero puedan ser positivas para alguien, desde la modestia de mi corta experiencia y asumiendo mi pequeño (PEQUEÑO) mundo.
¿Buenas cualidades para emprender y ser empresario?
De mi padre, creo que heredé su sensatez o “seny” como dicen los catalanes: una cierta cordura, calma y ponderación o mesura a la hora de tomar decisiones y afrontar los problemas. Ello me ha ayudado mucho a sortear los altibajos, los pulsos y los desencuentros que se multiplican en el mundo empresarial. Opino que esta es una cualidad que conviene a los emprendedores y empresarios, para no volverse locos y más aun no volver locos a los que tiene cerca.
Recuerdo de mi padre (que falleció hace mucho) sobre todo, que era buena gente, honrado, humilde y a la vez generoso. Opino que hoy, y cada vez más en el futuro, la empresa exige ética y honradez a sus directivos y propietarios, y quien no haya heredado esos valores los deberá educar por su propio bien, el de su empresa y el del mundo en el que convive.
De mi madre, que aún tengo la suerte de disfrutar en la vida, he heredado una dosis de fortaleza, de entrega, y de persistencia para la lucha del día a día, de capacidad de sobreponerse ante las caídas (la famosa resiliencia), tan imprescindible para ser emprendedor y empresario. Cualquier ser humano debe sobrellevar un montón de vicisitudes que va encontrándose por la vida, pero al empresario le toca caminar en una cuerda floja que nadie sostiene excepto él mismo, y estas cualidades son indispensables para no desfallecer.
De mi hermano, creo que heredé un poco de su alegría de vivir, de su optimismo, de su generosidad y de su entusiasmo que tanto me han ayudado a enfocar las cosas de forma positiva, con la pasión imprescindible. Por desgracia, con su muerte tan temprana, también aprendí la vital lección de que se debe vivir sin miedo, que el riesgo es muy relativo, que vale la pena intentar tus sueños y que todos nos vamos, tarde o temprano, y es nuestra obligación dejar este mundo mejor que lo encontramos (sea con las herramientas que sea que juguemos nuestra partida en la vida).
Y además, por supuesto, tengo la fortuna de tener una pareja formidable, y mucha más familia y amigos que me dan motivos y me inyectan la energía para no dejar de hacer cosas, para mantener la ilusión, para seguir adelante. No puedo dejar de agradecer esa fortuna.
En resumen…
Mi familia me ayudó y pagó mi primera carrera, no sin esfuerzo, pero he recibido de ellos mucho más que eso en la vida. A ellos me hubiera gustado darles las gracias, pero al menos aprovecho estas reflexiones para compartir una receta (desde la modestia) que no me ha ido mal hasta ahora (en mi pequeño mundo), porque me ha permitido emprender y ser empresario con cierta felicidad: sensatez y mesura, ética, optimismo y pasión, perseverancia, valor suficiente, generosidad y tratar de trascender dando lo mejor de uno mismo.