Ayer volvíamos a Valencia un grupo de compañeros que habíamos trabajado en la oficina de Madrid, y dos de ellos estuvieron compartiendo viaje con dos monjitas muy llamativas por su indumentaria.
Ambos compañeros no dejaron de hablar con estas personas tan anacrónicas, comparadas con el mundo en que nosotros nos movemos. Sin embargo, ambos quedaron convencidos de que estas personas son indiscutiblemente héroes anónimos por su entrega y sacrificio diario hacia los demás.
Esta mañana, tempranito, tuve la fortuna de encontrarme con una charla de TED.com sobre liderazgo cotidiano:
Y esta mañana quería agradecer la fortuna de convivir con tantos líderes o héroes anónimos. Reconozco estar obsesionado por este tema y este blog está repleto de ello:
- Levántate y actúa como el héroe que tú eres
- Porque todos hemos sido héroes
- Los héroes anónimos
- y más…
Y no puedo evitar seguir reflexionando sobre ello.
En ese mismo vagón estaba rodeado de héroes cotidianos. Algunos los conocía:
- Personas que lejos de achantarse por la altísima exigencia de su entorno, se superan cada día para estar a la altura, ya sean juniors o, más difícil todavía, todo unos veteranos.
- Personas que se sobreponen al fracaso del no, de la mala respuesta, de la injusticia, y retoman la siguiente tarea desde la ilusión.
- Personas que después de muchos muchos años en la misma empresa, en lugar de caer en el hastío son capaces de motivarse y volcarse con su día a día llenos de pasión.
- Personas que habiendo nacido en un entorno muy modesto, o incluso en riesgo de exclusión, han sabido crecer sólidamente, salir adelante y brillar como persona y como profesional hasta codearse con la élite del sector.
- Personas que no dejan de esforzarse en aprender, en mejorar, en dar lo mejor de si, en superar sus límites.
- Personas que son generosos con los demás, que quieren un mundo mejor y que se esfuerzan, al menos un poquito cada día, para conseguirlo…
Y estaba rodeado de otros héroes anónimos en ese vagón a los que no conocía y que seguiré sin conocer, pero seguro que estaban ahí, en medio de la cotidianeidad.
Todos ellos me hacen creer en la humanidad, en que el mundo tras de nosotros será cada vez un mundo un poco mejor, y que seguirá mejorando como lo ha hecho sin cesar desde que comenzamos a romper las primeras ramas de los árboles (y pese a que seguimos rompiéndolas).