Ese día que recibes dos malas noticias, descubres un problema, tienes un enfrentamiento y te duele la cabeza como nunca. Ese día estás “tocado”.
Estar “tocado”, estar “plof”, estar “abajo”, es un estado indeseable para cualquier líder porque es lo que acabas transmitiendo a tus compañeros, a la organización, a tu pequeño mundo, y eso puede provocar una espiral de caída libre.
Pero también es verdad que ese estado que te deja más blando, más sensible, menos impermeable. Y es un buen momento para comprender que todo el mundo es humano, que las personas estamos hechas (más) de sentimientos y emociones (que de ciclos de CPU y un mejor o peor sistema operativo).
Es un buen momento para ser agradecido, para entender el esfuerzo y empeño que de una manera u otra, con mayor o menor intensidad, todo el mundo hace.
Pues eso, creo que hay que permitirse unas horas o minutos de bajón, aprovecharlas en el lado humano y tirar otra vez arriba.
Para los que trabajamos con el talento propio y ajeno, tenemos la problemática de trabajar con las máquinas más complejas e imperfectas del planeta, y no es que vengan sin libro de instrucciones, es que cada una tiene su propio juego de instrucciones que ni él o ella conoce.
Hay muchos profesionales que saben mucho de esto (como nuestros amigos de CONMAC, o Juan Pedro Sánchez, o Equipo Humano, o Pascual Hernández o muchos otros) y su misión es colaborar con las empresas para optimizar este ámbito del management, pero un primer paso que me propongo hoy es aceptar que somos personas, que a veces flojeamos, que en pequeñas dosis es incluso bueno, y que hay comprender a los demás cuando también les pasa.
A partir de ahí, ¡vámonos arriba!. ¡Vámonos a provechar cada minuto!.
Vámonos a hacer cosas que valgan la pena, aunque sea a través de pequeñas contribuciones incluso anónimas.