Ando fastidiado hoy (hace unos días estaba jodido, o sea que voy mejorando). ¿La razón? nada serio, o sea problemas de pasta que mañana o pasado quizá estén olvidados.
Acontecen dos hechos que coinciden en el tiempo y que sumados me han hecho pasar algún mal rato. Los dos son causados por nuestras relaciones con dos clientes. Esto no es extraño, de hecho las relaciones con los clientes son una de las causas más habituales de malos rollos en el trabajo, la otra en una empresa como la nuestra es, de normal, con los compañeros.
Lo que tiene de particular es que esta vez, al menos a priori, no tenemos la culpa, al menos del todo. No son extrañas las divergencias por razón del alcance de un proyecto, de sus plazos, del precio, la gestión de cambios, la calidad del mismo, la comunicación y un largo etcétera que intervienen en el tipo de servicios que ofrecemos. Pero esto lo tenemos asumido, digamos que va en el sueldo.
Pero si lo que se produce es una «quita», palabro que acabo de aprender, y que significa que te deben 100 desde hace 6 meses dándote largas, pero solo te van a pagar 70, y te aguantas, porque si no te pondrás en la cola del concurso de acreedores y quizá solo cobres 30 dentro de ni se sabe, te entra una mala leche.
Y no por que una empresa entre en Concurso de Acreedores, que mira, eso le puede pasar a cualquiera, si no porque mi sensación es que me han estado tomando el pelo durante todo este tiempo, y a conciencia. ¡Ojo! No me quito la responsabilidad, si lo veía venir, lo podía haber prevenido. Aunque no era tan fácil prevenirlo, cuando tienes a profesionales trabajando para un cliente y si no trabajan para él no sabes donde los puedes meter, no es tan sencillo cortar por lo sano.
Y no es la primera vez que nos meten un gol de este tipo, al principio de nuestra historia nos hicieron una bastante más gorda en términos relativos, dejándonos un agujero parecido, pero que para una empresa que recién empieza su andadura, fue un mazazo tremendo.
En este caso el dolor que he sentido ha venido más asociado a mi implicación personal con ese cliente, al cual hemos respetado hasta más allá de lo razonable, y en el cual tengo muchos colegas y amigos, que seguro que no tienen culpa de nada, incluso es posible que se vean muy perjudicados, pero que no dejan de haber formado parte de este sinsabor.
Y menos más que tuvimos suerte o supimos anticiparnos, y ya hace unos años decidimos no meter en la cesta de ese cliente más huevos de los que ya teníamos e ir sacando alguno conforme viéramos la ocasión, por fortuna la cesta estaba casi vacía cuando cayó al suelo, para como estaba unos meses antes.
El otro caso es similar, sin ser tan dramático, otro cliente ha apretado y apretado hasta el limite, haciendo de lo negociación todo lo contrario de lo que sería un Ganar-Ganar. También en este caso mis personales relaciones con las personas que trabajan allí lo hace más duro.
Está claro que en estos momento de crisis, cada cual cuida de sus interés y de los de la empresa que les paga y cuando se tiene una posición de fuerza hay quien la exprime sin piedad. Pero la vida profesional da muchas vueltas y creo que es más inteligente no abusar de las coyunturales situaciones de fuerza y ser generosos para alcanzar acuerdos de largo plazo donde ambas partes salgan beneficiadas.
Al final los amigos son los amigos, pero los negocios hay que tenerlos atados y los riesgos gestionados, porque pueden ocurrir cualquier cambio en el entorno que modifique la situación y entonces puede que poco de lo pasado se tenga en consideración. Mientras tanto, a recordar que el cliente siempre tiene razón, así que elígelo con cuidado.