Algunos ya sabéis que formo parte de una ONG, «Desata tu potencial» cuyo objetivo es difundir el desarrollo personal y emocional entre los jóvenes, a los cuales díficilmente les llegarán este tipo de mensajes por las vías tradicionales de la formación reglada.
Entre nuestros objetivos está la formación en centros de secundaria de este tipo de materias a chavales en edad escolar. La semana pasada hablando con un profesor y la jefa de estudios del IES Camp de Morvedre, nos encontramos entre la disyuntiva de apoyar con este tipo de acciones a lo que ellos llaman Aulas de Excelencia donde llevan a los que, o bien por méritos académicos o por otras razones, consideran que debe de trabajarse con ellos de forma especial porque están por encima de la media o a los llamados grupo G, que son los chavales más problemáticos, habitualmente con problemas no solo académicos sino en muchos casos familiares y sociales.
Puesto que nuestros recursos son limitados debemos elegir a quien dedicamos nuestro trabajo en primera instancia, y las diferentes visiones no nos ayudaban a tomar una decisión. Yo era partidario de dar el apoyo a las Aulas de Excelencia porque creo que les sacaríamos más rendimiento que a los otros muchachos que seguro que alguno lo puede aprovechar, pero que para muchos de ellos esto no signifique nada.
El caso es que desde siempre el sistema educativo, el español al menos, ha trabajado de forma especial con la gente más necesitada o en las materias más débiles. Todos hemos ido a repaso para reforzar esas materias que no nos gustaban mucho y por tanto no eramos buenos en ellas. Olvidando en las que eramos buenos, de la misma manera que los «empollones» no necesitaban repaso ya que aprobaban con nota sin dificultad.
Creo que este modelo perpetua la mediocridad, ya que tiende a que todo el mundo tenga un nivel mínimo de todos los conocimientos, cuando desde mi punto de vista, el esfuerzo se debería de hacer en extraer las esencias sobresalientes. Pienso que hace más avanzar a la humanidad un Mozart que cien Salieris, y que habría que potenciar a las personas excelentes y en sus áreas más destacadas por que son ellas las que pueden marcar la diferencia. No me cabe duda que ha habido grandes genios que no eran buenos estudiantes, pero ¿Cuantos genios se han perdido por no haberlos identificado y potenciado al máximo?
Todo este rollo lo cuento, porque creo que ese mismo espíritu de uniformizar la mediocridad lo tenemos tan interiorizado que no dejamos pasar ninguna ocasión para montar aulas de repaso a quienes creemos que lo necesita necesitar, y en nuestra empresa así ocurre. Viene a cuento por que la semana pasada me dolió especialmente la marcha de Isabel, ya que, yo personalmente había dedicado bastante trabajo y esfuerzo por mejorar su desempeño laboral, pero no solo eso, es que todos nos encontramos dedicando energías a personas que vemos que por unas razones u otras no encajan en ENCAMINA y que tarde o temprano acabaran por marcharse. No es que ella no valiera para esto, pero sus inquietudes personales y su situación vital la llevaban claramente hacia otro sitio, lo sabiamos y no obstante insistimos intentando encajarla aunque fuera con calzador, y no es la primera vez.
Esto no tendría mayor importancia si no fuera que nos resta energías para dedicarlas a las personas que realmente podrían marcar la diferencia en nuestro convulso entorno, que están perfectamente integradas, tienen potencialidad, son ya excelentes, pero podrian ser aún mejores. Pero claro, esas no dan problemas, ¿para que dedicarles esfuerzos? Sinceramente, si lo hiciéramos, otro gallo nos cantaría.