Soy un convencido de que uno de los peores enemigos de una empresa o de una persona es el miedo.
El miedo atenaza, paraliza, obtiene lo peor de uno mismo y trae mucha infelicidad. Así que procuro hacer mucha dieta de información negativa, de agoreros y pesimistas o de pensamientos negativos.
De la misma forma, trato de evitar el miedo en mi equipo y en las empresas para las que trabajo. Creo que la confianza fundada en tus fortalezas, las de tu equipo, las de tu organización y un buen plan, es lo que debe inundar el estado de ánimo de cualquier empresa.
De un contexto económico y financiero en crisis, de un mercado en recesión o de una avalancha de cambios devastadora hay que ocuparse. Ocuparse sin descanso, pero no sufrirlos, padecerlos o temerlos enfermizamente. Mejor no preocuparse, sino ocuparse de ellos.
El otro extremo tan negativo como dejarse llevar por el miedo es el conformarse con la situación. Confundir la confianza con un falso bálsamo de «aquí no pasa nada». El conformismo es otro gran enemigo del que alejarse.
El conformarse puede llevar a convencernos a nosotros mismos con que «no pasa nada» si no acudimos a esa visita, o si no terminamos tal tarea hoy mismo y sin dilación, o que los objetivos pueden quedarse a la mitad de lo pactado, o a que no funcione perfectamente como sería lo correcto, o a hacer esa llamada hoy…y no mañana, o sencillamente a no molestarse en corregir una palabra mal escrita.
Trabajar y salir adelante en un entorno tan difícil como el actual puede ser una pesadilla o un reto, incluso obteniendo los mismos resultados sean buenos o malos. La actitud es la diferencia. Tal como atribuyen al epitafio de Camilo José Cela: “Quien resiste gana”.
Yo digo: Mejor ocuparse que preocuparse, pero nunca conformarse.
Cruzo los dedos y sueño con no dejar nunca de ocuparme apasionadamente con cada reto, de mantener la confianza en todo lo bueno, y de no conformarme cuando no obtenga los resultados deseados.
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