Después de 3 días en el DES2018 hablando sobre disrupción tecnológica, y asumiendo que el IoT, BigData, Blockchain, realidades mixtas, impresión 3D, computación cuántica, robótica, drones, etc., etc. son revoluciones por sí mismas (y mucho más al combinarse)… la Inteligencia Artificial (AI) es sin duda la disrupción con mayor impacto previsible a nivel de la humanidad.
Según el profesor Stuart Russel, la AI (Artificial Inlligence) puede suponer multiplicar el PIB mundial por 5 o 10 veces el valor actual. Esas son cifras desorbitantes y hay que entenderlas como una magnífica noticia, además de entender que la oportunidad es tan colosal que nadie va a poder controlar su avance, lo que quizás ya no suene a tan buena noticia…
Podría documentar en este post muchas de las tendencias y predicciones que se han hecho sobre este tema (que son espectaculares), pero en mi opinión, el dedicarnos a hablar del futuro en materia de disrupción tecnológica nos hace perder consciencia de la REALIDAD actual en la que ya habitamos. Creo que debemos de asumir el impacto en el presente para reaccionar hoy y no postergar decisiones al año que viene o peor, a dentro de cuatro años.
Mientras confiamos en que los científicos encuentren modelos que garanticen que «las máquinas serán beneficiosas en la medida que quepa esperar de sus actos el que ayuden a lograr los objetivos de los humanos, de forma probada» me gustaría dejar unos apuntes de carácter más empresarial:
La inteligencia artificial está muy presente en nuestras vidas, dentro de muchas Apps de nuestro móvil o en el propio funcionamiento del smartphone, en asistentes virtuales y bots, en muchas de las aplicaciones empresariales que utilizamos, en las rutas que seguimos con nuestro vehículo o el consejo que recibimos de un profesional soportado por un software con AI o en algunos documentos o informes que leemos sin saber que han sido compuestos pos algoritmos que cada día aprenden a hacerlo mejor… por ejemplo.
Como profesionales o como ciudadanos es casi imposible no estar ya considerablemente «afectados», o mejor dicho «beneficiados», por la AI, aunque no seamos del todo conscientes.
Quizás sea la versión «peliculera» de la AI (la del sistema que actúa como un ser supra-humano) nos despista negativamente. La realidad actual es mucho más discreta, más sutil, menos evidente.
Pensemos más en cómo cualquier proceso (empresarial o no) puede optimizarse en alguno o muchos de sus subprocesos porque podría haber un algoritmo (y probablemente mucha información de la que nutrirse) que podría estar optimizando la respuesta a ese subproceso y haciéndolo cada vez mejor.
Por ejemplo, en el proceso comercial B2B típico, el subproceso de asignación de un lead al agente adecuado, el scoring de ese lead, la primera respuesta personalizada y óptima automatizada para ese lead, la elección del producto o offering y precio imbatible para ese lead por el patrón que sigue, etc., son ejemplos de subprocesos con los que YA, una empresa «corriente» como ENCAMINA está dotando de inteligencia de forma indirecta a través de la AI incorporada en productos como Dynamics 365, o directa, mediante servicios como Machine Learning o los Cognitive services soportados por Azure PaaS.
Hay 2 preguntas que todo CEO debería hacerse recurrentemente (pese a que crea que están referidas a «otros» negocios/sectores):
Las respuestas a esas preguntas suponen transformación digital en pura vena, pero si no encuentra respuestas a esas preguntas, entonces debería hacerse la siguiente:
Y adicionalmente hay otra pregunta, tengamos el role que tengamos, que deberíamos hacernos:
La AI es parte del presente y será factor fundamental del futuro (junto a personas, capital y planeta). Mientras científicos y líderes mundiales se aseguran (confío) de diseñar el uso más beneficioso de la AI para la humanidad, en la empresa ya debemos estar aplicándola (diariamente) a la mejora de procesos y servicios, la innovación y los nuevos modelos de negocio.
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