Me leyeron ayer las palabras atribuidas a Mahatma Gandhi: «… tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus actos, tus actos se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores y tus valores se convierten en tu destino» y me conmovieron profundamente.
No quiero juzgar cuáles son los valores buenos y los malos. Sé que los míos son el trabajo, el esfuerzo, la honestidad, el respeto a las personas, la pasión, la flexibilidad, la creatividad, la equidad, la responsabilidad, la excelencia, …
En cualquier relación donde los valores de los que interaccionan encajan (pedir que coincidan es demasiado) las cosas funcionarán, pero si no es así, acabarán en roto. Esto pasa con los clientes y proveedores, con los compañeros de trabajo, con los vecinos y conocidos, con la pareja, etc.
Yo tengo la suerte de dirigir y codirigir empresas donde desarrollo la coherencia con mis propios valores, y obviamente eso me hace sentir feliz. Trabajo como profesor asociado en ESIC, una escuela de negocios donde la única línea ideológica que se nos reclama a los profesores es la «ética empresarial, mucho más allá del cumplimiento legal», y eso también me hace sentir reconfortado y en paz. También tengo la suerte de convivir y compartir equipo con personas donde esta coincidencia de valores es muy elevada, y eso es profundamente sano para mi mundo interior.
A veces, no es fácil poder salir adelante con las empresas sin comprometer tus valores, y lamentablemente muchas otras veces me ha tocado enfrentarme a escenarios donde alquien quiere ganar a costa del otro (en lugar de junto al otro), donde lo que pone en un contrato está por encima de lo que es justo, donde el trabajo bien hecho y el esfuerzo se menosprecian si eso puede suponer un ahorro, donde las personas no importan sino que los números mandan, o donde el euro está por encima de la integridad, o la honradez es anecdótica. Suelo decir que en el sueldo me va el lidiar con estas situaciones, pero entre mis sueños y visión de la vida está el poder construir y elegir (algún día) esa parte del mundo donde poder vivir coherente con mis valores y fluir positivamente en él.
Creo que las empresas, por estar expuestas a la turbulencia actual, por estar compuesta de muchas personas con sus propios valores e intereses, y por el alto nivel de interacción con clientes, proveedores, socios, etc. son entidades donde la coherencia con los valores coorporativos es muy difícil. Sin embargo, sus líderes deben esforzarse por la coherencia con estos valores, al igual que lo deben hacer con la coherecia estratégica. Esa será una de sus pruebas de competencia directiva.
…
A una distancia infinita de Gandhi, me permito decir: cultiva tus valores, se coherente con ellos y serás más feliz (y la gente que te rodea te acojerá con mayor respeto y credibilidad).
Este sitio web utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de usuario. Si continuas navegando, estás dando tu consentimiento para aceptar las cookies y también nuestra política de cookies (esperemos que no te empaches con tanta cookie 😊)