El dilema de las palabras positivas

Leía en un blog y en el debate asociado sobre el poder de las palabras positivas y transformadoras.

No es la primera vez que leía sobre ello, y puedo decir que estoy (y estaba) de acuerdo al 100%, pero ¿se puede siempre utilizar un vocabulario y un discurso positivo? ¿incluso cuando están cayendo chuzos de punta? ¿No existe un riesgo asociado a parecer un borracho del optimismo? ¿hasta un punto deshonesto por el peligro de embaucar a tus colaboradores en horizontes poco realistas?

Particularmente me gustan palabras como: ánimo, equipo, pasión, esfuerzo, diversión, éxito, gracias, visión, rentable, honesto, héroe, campeón, especialización, bueno, velocidad, futuro, feliz, valor, superación, personas, emoción, mola, genial, creatividad, riqueza, liderazgo, ganar-ganar, entusiasmo, café, iniciativa, justicia, valer la pena, amigo, estrategia, enhorabuena, majo, talento, avanzar, diseño, colores, sumar, empujar, vivo, buenas, excelente, marca, tecnología, calidad, contento, mejorar, … y creo que las utilizo de forma natural y espontánea (aunque sé que hay otras palabras menos positivas que también «me salen»).

Pero en segundo lugar están las afirmaciones. Está claro que hay que huir de negatividades, de las comunicaciones que generan miedo, de las expresiones indignas, de las amenazas, pero ¿puede ser siempre nuestra comunicación positiva? ¿podemos dejar aparte las realidades negativas que nos rodean y contra las que luchamos? ¿es mejor no aflorar el lado duro de la vida y generar una falsa confortabilidad ?
De hecho hay personas que les molesta el optimismo desenfocado incluso más que el pesimismo llorón. Y es que este positivismo ciego puede suponer incluso una pérdida credibilidad.

Las anteriores son preguntas para las que no tengo la certeza en sus respuestas y no sé qué pensarás tú ¿?.

Entre tanto, cuando me preguntan «¿cómo va todo? » he decidido contestar «va bien, pero podría ir mejor«. No se me ocurre una forma de contentar mejor a todas las tendencias…