La confianza es clave de bóveda en el mundo de las marcas de producto, empresariales y personales, pero también lo es en el funcionamiento interno de las organizaciones.
En una visita que tuve el privilegio de hacer a una gran empresa (empresa que en menos de una década había sido capaz de multiplicarse por 100 y conquistar literalmente el mundo entero), les pregunté cuál había sido la receta mágica de tal éxito. La respuesta fue, más o menos, que todo el equipo sabía que había un reto enorme por delante y que habían estado muy centrados y enfocados en él, evitando a toda costa el desgastarse en mirar a los lados cuestionado si sus compañeros iban a estar o no a la altura y mucho menos mirando hacia dentro para perder el tiempo con bobadas.
Luego me confesó que “en todas partes cuecen habas”, pero que habían conseguido un nivel de confianza suficiente como para que la pérdida de energía en rumores, críticas, cuestionamientos, miedos, etc. hubiera sido mínima.
Recientemente una consultora senior y experta en nuestro sector analizó un DAFO que habíamos realizado en ENCAMINA al inicio del actual plan estratégico y confesaron haberse sorprendido por no haber encontrado nunca hasta ese momento lo que calificaron de “el análisis más encarnizado contra uno mismo que jamás hemos visto”. Siendo positivo, quise entender que ese diagnóstico era así por lo honestos y autocríticos que somos, y por lo convencidos que estamos de la mejora necesaria en ENCAMINA… Fenomenal ¿no?
Lo cierto es que esa crítica descarnada contra uno mismo, en el día a día no creo que sea muy positiva. Siento que el cuestionamiento continuo, lejos de llevarnos a una mejora continua, puede acabar en una falta de confianza en uno mismo y en los que te rodean. «¿Seguro que la gente de ventas va a cumplir con la cuota? ¿Seguro que esa decisión del equipo es la mejor? ¿Seguro que no me va a fallar este técnico en la preventa? ¿Seguro que este developer estará hoy factorizando como debería?» Y por qué no «¿Seguro que el agua de la fuente de la oficina estará bien seleccionada entre todos los proveedores posibles?» O cualquier otra cuestión que se nos antoje de la que podemos opinar, porque es verdad que tanto el agua que bebo, como el proyecto en el que trabajo, me afectan.
Ante la enfermedad de desconfianza organizativa (en compañeros, managers, procesos, etc.) tengo 3 recetas:
Ante el argumento de que «un directivo y en general cualquier profesional tiene que ser exigente consigo mismo y con todo lo que le rodea» no pretendo desdecirlo, pero siento que la mejor forma de ser exigente con los demás es dar ejemplo dando lo máximo de uno mismo, siendo constructivo y muy enfocado, y confiando en que los demás van a contagiarse con esa actitud y lo van a lograr.
La próxima vez que hagamos un DAFO en ENCAMINA espero que tengamos identificadas un montón de debilidades que debemos solventar, pero también que entre las fortalezas tenemos un equipo robusto, lleno de confianza en el futuro y en nosotros mismos, convencido de nuestro propósito y valores, enfocado a nuestros planes y sueños, orgulloso de formar parte de esta familia y proyecto, muy competente, brillante y feliz en el día a día.
El mundo necesita confianza, nuestros compañeros necesitan confianza, cada uno de nosotros necesitamos sentir que los demás confían en nosotros.
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